Día 8. La capucha
Lo llamaban Cuasimodo. Así era conocido entre los detenidos y detenidas de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) el militar, teniente de navío, de apellido Peyón. Estaba como “doblado” y cojeaba al andar. Los detenidos conocían sus andares cuando caminaba por este centro de detención y tortura clandestina situado en plena ciudad de Buenos Aires, donde se enseñaba a los jóvenes aspirantes militares “el honor de ser un buen militar”.
Cuasimodo entró apurado esa tarde en la celda de Beti. Estaba en plena sesión de tortura de un detenido y como éste se empecinaba en no delatar a sus compañeros que andaban aún libres, se le había ocurrido la idea de torturar a la bebecita que la esposa de este detenido había dado a luz durante el cautiverio en ese mismo centro. Seguro que así, presenciando las torturas a su propia hija, este militante daría nombres, santo y seña de sus compañeros. Pero el teniente de navío Peyón no se imaginaba que Beti, la compañera de celda de la mamá de la bebita, que en esos momentos la tenía en brazos iba a interponerse entre él y la pequeña, en un gesto de firmeza tal que hizo desisistir al militar de tan atroz acto. Hoy esa bebecita tiene 34 años y se llama Susana. Los padres de Susana también sobrevivieron. Y Beti, por suerte. Corría el año 1979.